jueves, 30 de junio de 2011

CRISIS Y ABURRIMIENTO.



CRISIS Y ABURRIMIENTO.

Los jóvenes agresores de un vagabundo indio, al que, en este invierno, rociaron con gasolina y prendieron fuego, han confesado que el ‘aburrimiento’ fue la causa de un acto violento que ha conmocionado a Italia’. 

Según Kant, la búsqueda de la felicidad es un imperativo de prudencia (un imperativo asertórico). Esto sería así porque resulta absurdo decir no quiero ser feliz, a diferencia de decir, ‘no quiero ser violinista’. Con otras palabras, damos por sentado que todos los humanos deseamos ser felices. Otra cosa es qué entendemos por felicidad y los medios que consideramos adecuados para conseguirla.


El sentido de la vida, según Ortega, consiste en ‘hacerse’, orientándose hacia la propia autenticidad, en ser fiel al propio proyecto vital. Por contra, ser ‘inauténtico’ supondría caer en el ‘naufragio’, en adulterar o falsificar el propio destino, el proyecto vital. En todo caso, el hombre está condenado a elegir entre alternativas, y nuestra identidad está vinculada al proyecto vital que elijamos.


La felicidad, que todos deseamos, consistiría en llevar una vida conforme a la virtud. Y esto ¿qué quiere decir? Que aceptamos gobernarnos a nosotros mismos, en vez de ser juguetes de la fortuna, o de los demás. De ahí que la felicidad no sea resultado ni del azar, ni de las circunstancias (aunque ambas juegan un papel, más o menos importante, en nuestras vidas) sino resultado del esfuerzo, del trabajo, de la disciplina, de la constancia. En fin, de una vida auténtica.


Y ahora volvamos al principio. Estos dos jóvenes que quemaron a un pobre mendigo ¿qué proyecto vital podían tener? En épocas de crisis ya no hay confianza en los valores, ni en las normas tradicionales que nos podrían aportar seguridad. En las épocas de crisis, la creencia es que ya no podemos creer en nada. ¿Es así? En parte. Un aspecto central de esta preocupante situación es la influencia, entre otras, de dos ideas destructivas: el relativismo y el multiculturalismo.


Según el relativismo normativo, que es el que más nos interesa ahora, los diferentes principios morales existentes tienen igual valor moral. Según el multiculturalismo, las diferentes culturas serían como un todo homogéneo que debe respetarse. Es decir, las culturas coexistirían pero sin superposiciones. La consecuencia ha sido, en la práctica, la creación de guetos culturales. Surgiría así un tipo de convivencia política en el que las culturas serían aceptadas como un todo, sin que pudieran cuestionarse, ya que las diferencias (sean las que sean) serían un valor a proteger. De ahí que no podríamos criticar, por ejemplo, la salvaje costumbre de sajar el clítoris a las niñas.


En este contexto, ya no hay ‘bueno y malo’. ¿Por qué? Porque todo es relativo, excepto el propio relativismo. Además, si en mi cultura se castiga, por ejemplo, a los mendigos, (o lo que sea) nadie tiene derecho a criticarme porque, como dije, todo es relativo. Además, al criticarme a mí, se está criticando a mi cultura, que es sagrada. 


Vivimos, desde hace tiempo, en una situación política en la que los poderes públicos anunciaron el bienestar y la felicidad perpetua de los ciudadanos. O sea, papá-Estado (el llamado ‘Estado del Bienestar’) nos iba a proteger como un laico ángel de la guarda. Nos han enseñado que este mundo terrenal ya no es ‘un valle de lágrimas’. Eso era antes. Entonces ¿Por qué no soy feliz? ¿Por qué me aburro? ¿Por qué sufro?


Además, ya no hay ‘agarraderos’ religiosos o metafísicos. ¡Para qué los necesito! Lo quiero todo, aquí y ahora. ¡Que son dos días, tío! Pero el resultado suele ser la frustración. Han acostumbrado a generaciones de jóvenes al ‘todos somos iguales’ en la escuela, a exigir derechos sin asumir obligaciones, a quejarse por cualquier cosa y a la promoción del lloriqueo, a no recompensar el mérito y el esfuerzo, y un largo etcétera.


Pero el que no tiene proyectos, el que no tiene sueños (con los pies en el suelo), no tiene una vida plenamente humana. Y el que los tiene, y no puede alcanzarlos, ha de saber que en la vida nada está garantizado. De ahí que sea importante saber sobreponerse a la adversidad. Saber sufrir, en un mundo de hedonismo a raudales, de felicidad perpetua y de derechos sin obligaciones. 


En la búsqueda de la felicidad sucede, con frecuencia, que queremos demasiado, dadas nuestras posibilidades y capacidades. Otras veces queremos menos de lo que podríamos alcanzar, si pusiéramos esfuerzo y sacrificio de nuestra parte. Pero estos caminos no conducen a la felicidad. En el primer caso, producen frustración, porque el listón está demasiado alto y no podemos alcanzar el objetivo propuesto. En el segundo caso, producen aburrimiento porque el listón está demasiado bajo. 


Si es cierto que no estamos hechos, como decía Ortega, sino que somos un proyecto en constante quehacer ¿Qué querían estos jóvenes que rociaron de gasolina a un pobre mendigo? ¿Cuál era su proyecto vital? Tal vez el aburrimiento aparezca más fácilmente en aquellas personas que han renunciado al esfuerzo y al sacrificio para alcanzar una meta valiosa Y con el aburrimiento, viene el deseo de eliminarlo, acudiendo a sorpresas, a novedades, y a estímulos, que tienen que ser cada vez más fuertes y excitantes para surtir el efecto deseado. 


O sea, un camino hacia la nada.


Sebastián Urbina.


domingo, 26 de junio de 2011

LA DEGRADACIÓN MORAL DE LA IZQUIERDA.

 
LA DEGRADACIÓN MORAL DE LA IZQUIERDA.




‘Para empezar, habrá que destruirlo todo. Toda nuestra maldita civilización deberá desaparecer antes de que podamos traer alguna decencia al mundo’ (‘‘Mourian’, en Les Thibaut, de Roger Martin du Gard)



Esta utopía irresponsable y ensangrentada, ha llenado y llena, todavía, el corazón de millones de personas. Personas que creen ser mejores porque desean una especie de ‘mundo feliz’, en el que no habrá contradicciones ni injusticias, en el que existirá el ‘hombre nuevo’ (de izquierdas, por supuesto) y en el que todos seremos felices. ¿Simpleza? Sí, pero esta utopía lleva sobre sus espaldas unos cien millones de muertos. 

A pesar de los insultos que han recibido los historiadores franceses, autores del ‘Libro negro del comunismo’, es un trabajo sólidamente documentado.

Claro que, según algunos, lo ‘malo’ no es, por definición, de izquierdas. Si usted dice que la Stasi, la Checa, o el Gulag, son de izquierdas, será acusado de algo. Por ejemplo, de ser un facha, anticomunista, o de derecha extrema. La conclusión es que solamente ‘lo bueno’ es, verdaderamente, de izquierdas. ¡Hay que ser tonto para creer esto!


En cambio, si es usted católico, por ejemplo, e intenta convencer a un izquierdista de que la Inquisición ‘no es verdadero catolicismo’, será despreciado como hipócrita y falsario. Y facha. Pues bien, la Inquisición forma parte de la historia del catolicismo y la Checa, el Gulag y la Stasi, forman parte de la historia de la izquierda.


A veces se critica la utilización del término ‘izquierda’ porque se aplicaría, supuestamente, a todo tipo de izquierdas. Y esto sería injusto. Aceptemos que hay diversos tipos y las críticas, las mías, por ejemplo, sólo serían válidas (en el mejor de los casos) para una o varias, pero no a todas. Cuando escribo, supongo que mis lectores tienen la inteligencia suficiente para entender que hay términos vagos, como ‘izquierda’, ‘derecha’, ‘progresista’, reaccionario’, etcétera. También les supongo inteligencia suficiente para entender que al hablar de ‘izquierda’ no me refiero a todas y cada una de las personas que se autocalifican de ‘izquierdas’. Esto lo dejo para los seguidores del todo-nada, o del blanco-negro. Y, por último, también supongo, en mis lectores, inteligencia suficiente para entender que un artículo periodístico no es un tratado, y que nunca se puede decir todo. Aunque tampoco se puede en los tratados.

No es tan difícil. La distinción que hago es entre la izquierda democrática y la derecha democrática, por una parte, y la izquierda no democrática y la derecha no democrática, por otra parte. Me sitúo con los primeros (los democráticos), se llamen como se llamen. Ahora bien, circunstancialmente, puedo opinar como Fernando Savater, cuando pide públicamente que no se vote al Partido Socialista Obrero Español. Porque su actitud ante el problema terrorista y territorial, es criticable y rechazable. Aparte de haber engañado a la gente en numerosas ocasiones. Ya saben, primero ETA dejará las armas, renunciará a la violencia, luego no hay crisis económica, los brotes verdes, etcétera. Espero que cualquier persona, con un mínimo de buena fe y capacidad, entienda lo que digo.

Seguramente hay gente ‘de izquierdas’ que no rechaza la familia, la religión, la propiedad privada, la sociedad de mercado y el Estado de Derecho. El problema es que amplios sectores de la izquierda (con poder político y sin él) adoptan actitudes que van en contra de la economía de mercado, que se supone que aceptan. ¿Por qué sólo se supone? Porque, en el fondo, desprecian el capitalismo aunque no les queda más remedio que gestionarlo. Cuando ganan las elecciones. Estas cosas no sólo suceden en España. En esta dramática idiotez han participado no sólo intelectuales ‘de izquierdas’, es cierto. Pero son abrumadora mayoría.
Es decir, la propuesta de utopías irrealizables (llenas de sufrimiento y sangre) han ido de la mano de la mentira y de la falsificación de la realidad. Un buen ejemplo lo tenemos en el libro de Martin Amis, ‘Koba, el temible’. También podemos recordar la conocida petición de J. Benda, en La traición de los intelectuales, de no subordinar la verdad al compromiso, o los avisos de H. Arendt contra las interpretaciones definitivas del mundo, ‘Los orígenes del totalitarismo’, entre otros.

Una profunda hipocresía atraviesa el pensamiento y la acción de la izquierda, aunque no sea en completo monopolio. Se trata, como he dicho, de su desprecio por la economía de mercado, por una parte, y su utilización, a regañadientes, por otra. Es decir, la izquierda no tiene un modo de producción propio que sea presentable. Lo ha intentado, pero ha fracasado de manera estrepitosa. Ha tenido que aceptar el modo de producción del ‘enemigo’, la economía de mercado. Esta esquizofrenia no está resuelta. Su intervencionismo en materia económica, es una permanente muestra de su deseo totalitario de dirigir de ‘forma progresista’ la economía de mercado.

Expresa, además, su desconfianza hacia los empresarios (explotadores) y con la ‘lógica’ del mercado. Recordemos el rotundo fracaso de F. Mitterrand, que quiso sustituir ‘la lógica del beneficio’, propia de los malvados capitalistas. Además, miente de forma indecorosa cuando compara la realidad (la sociedad occidental) con un mundo ideal (la utopía de izquierdas), y ganan siempre. Porque la realidad es siempre más imperfecta que idealidad. Pero sólo ganan cuando sueñan. Y, a pesar de sus repetidos fracasos, se creen moralmente mejores. Triste y peligrosa enfermedad del alma.

Los matices, o diferentes sensibilidades, como les gusta decir, no logran esconder un rechazo frontal a cuestiones que son clave para millones de personas en la sociedad occidental. Por ejemplo, no soy creyente. Ni presumo, ni me escondo. Pero lo que no haría nunca es decir, o hacer cosas, que ofendieran los sentimientos religiosos de los demás. El que haya gentes de izquierdas que no les importe, o incluso aplaudan (‘que se jodan los católicos’) que se hagan exposiciones fotográficas de Jesucristo y la Virgen, follando y haciendo pajas (en Extremadura y patrocinado por los socialistas), es un ejemplo, no sólo de su falta de sentido estético sino de su falta de respeto a los demás. Es una forma grosera y zafia de insultar a los católicos. ¿Cómo pueden esperar respeto con esta vergonzosa actitud? 

Pero son cobardes. No absolutamente todos. ¿Verdad que me entienden? Son cobardes porque se escandalizan cuando un dibujante danés hace unos dibujos satíricos contra Mahoma. Rápidamente el Presidente Rodríguez pidió respeto. Pero no pidió respeto por las ofensas a los católicos debido a la exposición fotográfica (en Extremadura) que acabo de comentar. ¿Por qué? Porque son cobardes y porque desprecian (no absolutamente todos y en la misma medida) valores básicos de la cultura occidental. Además, les aseguro que si hubiera ‘grupos armados católicos’ que pusieran bombas en el trasero de los progresistas que ofenden los símbolos cristianos, irían con mucho cuidado. Por eso respetan tanto a los islamistas. Porque les temen. Y porque son un ‘competidor’ de la Iglesia Católica.


Por otra parte, el matrimonio entre personas del mismo sexo es algo tan raro en todo el mundo, que solamente ha sido aceptado en tres países, incluido el nuestro. Lo normal es aceptar, en estos casos, ‘uniones civiles’. Y eso en sociedades democráticas. Mejor no hablar de lo que pasa en otros países con los que sueñan con una Alianza de Civilizaciones. Creo que ahorcan a los homosexuales.

Otra de las hipocresías (acompañadas de degradación moral) de la izquierda, es la de distinguir entre dictaduras buenas (las de izquierdas) y malas (las de derechas). Conocidos ‘intelectuales’ de izquierda alaban y han alabado, públicamente, al dictador Fidel Castro. Y se quedan tan panchos. No les da vergüenza. Eso sí, Pinochet es malísimo porque es un dictador de derechas. ¿Se puede ser más sectario? Es muy difícil.

Uno de los grandes mitos del rojerío mundial, Che Guevara, decía: ‘Debe dársele al reo la posibilidad de hacer sus descargos antes de fusilarlo. Y esto quiere decir, entiéndase bien, que debe siempre fusilarse al reo, sin importar cuáles hayan sido sus descargos. No hay que equivocarse en esto. Nuestra misión no consiste en dar garantías procesales a nadie, sino en hacer la revolución, y debemos empezar por las garantías procesales mismas’.

El angelito firmó 1.892 condenas a muerte. Tal vez convendría leer a la escritora cubana Zoe Valdés, para no seguir tragando mitos ensangrentados y usando sus camisetas. Pero conocer la verdad puede resultar desagradable y doloroso.

 Willi Müzenberger, el dirigente de la Komintern, llamaba ‘El club de los inocentes’ a estos intelectuales y artistas embobados con la izquierda emancipadora. Mentían, y se auto engañaban, como bellacos. Entre ellos, Bretch, Sastre, Hemingway o Dos Passos. Ahora se les cae la baba a Saramago y García Márquez, entre otros, cuando hablan de Fidel Castro. Aunque no es toda la izquierda.

Hay más mentiras y deformaciones, pero sólo haré una breve referencia a dos: la de que la derecha española quiere reinventar la historia de la guerra civil, y la de que la derecha española no quiere que los presos etarras estudien carreras universitarias.

En cuanto a la historia, resulta de una increíble desvergüenza el intento de monopolizar la interpretación de la historia. La mentalidad totalitaria de la izquierda no puede entender que ellos no detentan las verdades incontrovertibles e indiscutibles. Ni siquiera la ciencias empíricas son conocimiento cierto, en el sentido de conocimiento infalible. ¿A qué se debe esta absurda y estúpida actitud? A la creencia en la superioridad moral de la izquierda. Pero es cierto. No todos son tan idiotas. 

Un ejemplo destacado de tal actitud totalitaria, es el boicot a Pío Moa. Ha solicitado debates públicos y se los han negado. ¡Se ha atrevido a poner cuestión las verdades indiscutibles de la izquierda! ¡Facha! El conocido historiador Stanley Payne, dijo: ‘He oído muchos insultos contra Moa, pero pocos argumentos’. ¡Para que van a debatir si ya tienen toda la verdad y nada más que la verdad!

La otra mentira es que la derecha española niega que los presos etarras puedan estudiar carreras universitarias. Tuve la oportunidad de cenar con Gotzone Mora (y otras personas) en Mallorca. Previamente, en la conferencia que dio, nos mostró diapositivas de la Universidad del País Vasco. Parecía un campo de concentración. Resulta que la mayoría de los profesores (para no tener problemas, ya me entienden) dan, o daban, notas altísimas a los presos etarras por trabajo nimios y, a veces, inexistentes. Este escándalo fue denunciado por Gotzone y otras personas.




En eso queda la denuncia de la izquierda. En una mentira. Una más. Por cierto, en la mesa de al lado estaban los dos guardaespaldas de Gotzone. La gente democrática decente de izquierdas, en el País Vasco, suele necesitar guardaespaldas.

Hay que terminar. ¿De dónde procede la basura pseudo cultural, como las fotos obscenas de Cristo y otros muchos y variados ejemplos antisistema?

La II Internacional, proclamó en 1907: ‘En caso de que la guerra llegase a estallar, los socialistas tienen el deber de intervenir para hacerla cesar inmediatamente y de utilizar con todas sus fuerzas la crisis económica y política creada por la guerra, para hacer agitación entre las capas populares más amplias y precipitar la caída de la dominación capitalista’.

Pero ni los conflictos bélicos, ni la Revolución Rusa bastaron para conseguir sus objetivos revolucionarios. Había que cambiar, no de objetivos pero sí de medios. Ahora se trataba de modificar las conciencias. Meter el dedo en la llamada superestructura. De ahí que haya tanto progre en la Universidad y en los medios de comunicación. Aunque también en otros muchos sitios.

Fuentes fundamentales son, entre otras, Antonio Gramsci y la Teoría Crítica, a la que luego me referiré. El comunista italiano se dio cuenta de que lo previo y más importante era subvertir el sistema de valores del mundo occidental. De ahí la importancia de los intelectuales para realizar esta tarea subversiva. Y su traición a la verdad, por supuesto. En cuanto a la Teoría Crítica, está vinculada a nombres conocidos como, Adorno, Horkheimer, Marcuse o Fromm. 




Como sabemos, los grandes males a eliminar eran: la familia, el cristianismo, el capitalismo, etcétera. Había que mostrar que todo esto era bazofia reaccionaria. Su apostolado se desarrolló, básicamente, en Estados Unidos. Pero el virus se extendió por Europa.

La cantidad de idioteces y deformaciones es tanta que no se puede comentar en un artículo. Por tanto, resumiré una de las ideas centrales que se desprende de sus enseñanzas, y que encontramos ya, más en bruto, en una directriz del PCUS de 1943:

‘Nuestros camaradas y los miembros de las organizaciones amigas deben continuamente avergonzar, desacreditar y degradar a nuestros críticos. Cuando los obstruccionistas se vuelvan demasiado irritantes hay que etiquetarlos como fascistas o nazis. Esta asociación de ideas, después de las suficientes repeticiones, acabará siendo una realidad en la conciencia de la gente’.

Tómenlo muy en serio, porque no tienen escrúpulos. Ni antes, ni ahora. Aunque, es cierto, no toda la izquierda es así.


Sebastián Urbina.

sábado, 18 de junio de 2011

DIÁLOGO, IDENTIDAD Y NIHILISMO.

 

Diálogo, identidad y nihilismo

DIÁLOGO, IDENTIDAD Y NIHILISMO.

La ética discursiva ( también llamada ética comunicativa) se desarrolla a partir de los trabajos de dos filósofos alemanes: Apel y Habermas. Dicen que el objetivo propio de los lenguajes es la comunicación, como algo contrapuesto a los fines estratégicos, manipuladores. En el primer caso, las personas que dialogan se reconocen mutuamente como seres capaces de argumentación racional, como ciudadanos iguales en derechos.

A pesar de que esta ética no se ocupa de los contenidos morales sino de los procedimientos para llegar a acuerdos racionales, tiene atractivo. ¡Qué bonito dialogar, sin imposiciones y con respeto mutuo! ¡Qué feo y autoritario rechazar el diálogo!



Pero estos filósofos saben perfectamente que hay situaciones en las que no se produce un diálogo racional. Esto sucede cuando no hay una situación de simetría entre los hablantes. Es decir, cuando hay una situación de desigualdad que hace que la situación de diálogo sea injusta. Estos casos se alejan demasiado de la ‘situación ideal de diálogo’, en la que los hablantes se reconocen como iguales en dignidad y en derechos. ¿A qué viene todo esto?

Por mi parte, que estoy harto de la cantinela indiscriminada de ‘diálogo’. Cuando se habla de diálogo, indiscriminadamente, se están avalando (por ignorancia o maldad) situaciones profundamente injustas.


Una de ellas se produjo en un lugar que debería ser respetable, el Parlamento. En este caso, el Parlamento español. Pero fue un diálogo farsa. Un talante farsa. Un Parlamento de pega. ¿Por qué? Ibarretxe fue al Parlamento a dialogar. Pero quiso hacerlo en unas condiciones no permitidas por la legalidad vigente. El Plan Ibarretxe desborda cualquier marco legítimo de reforma estatutaria si atendemos a las competencias que pueden asumir las Comunidades Autónomas (artículo 148 de la C.E.) y las competencias exclusivas que detenta el Estado (artículo 149 de la C.E.).


¿Por qué ser tan rígidos? ¿Por qué no tener talante y saltarnos a la torera las leyes vigentes? Si alguien hace en serio esta pregunta es que le gustaría vivir (¿) en una sociedad sin reglas, o con reglas-florero. Las aparto cuando me interesa y las acato cuando me conviene. Ninguna sociedad civilizada puede vivir despreciando las leyes vigentes. 


Decía M.T. Cicerón: ‘Seamos esclavos de la ley para que podamos ser libres’, aunque aceptar las leyes (especialmente las democráticas) no exige que seamos esclavos. Pero creo que la idea de Cicerón queda suficientemente clara. Por tanto, si podemos prescindir de la legalidad vigente cuando nos place y sustituirla por el diálogo y buen rollito cuando un Presidente de Comunidad Autónoma viola la Constitución, ¿por qué una violada no debería ofrecer diálogo al violador? La violada mostraría buen talante si en vez de pedir sanciones (lo que es antiguo y casposo) dialogara con el violador.


El ‘violador’ de turno, Ibarretxe, llevaba en su mochila las ‘razones’de las pistolas. ¿Es que alguien cree que se le tomaría en serio si no hubiese, detrás, una banda terrorista? ¿Se puede hablar de diálogo racional cuando uno de los dialogantes maneja votos de organizaciones que no condenan los asesinatos? ¿Dialogaría usted con alguien que le pegara capones y patadas en la espinilla? Sólo si es un masoquista o se autoengaña por cobardía. 


Pero, si así fuera, no se trataría de un verdadero diálogo. Sería una farsa de diálogo. Por cierto, no creo que ningún país europeo aceptase este diálogo-farsa en su Parlamento. ¿Será porque no tienen talante?


Y ahora viene la identidad. La cuestión de la identidad personal es compleja y ha dado lugar a diversos planteamientos. Sumariamente, me remitiré a la destacada aportación del fundador de la psicología social, George H. Mead, que rebatió las visiones solipsistas del ‘yo’, y lo hizo a partir de una comprensión social.


Es decir, la conciencia no se hace a sí misma por medio de un discurso interior sino que se construye a partir de la interacción con otros discursos. Por tanto, somos capaces de construir un ‘yo’ privado, a partir de una experiencia pública que podríamos llamar ‘interaccionismo simbólico’. Pero aquí me interesa más la llamada ‘identidad nacional’.


Para empezar, no está de más recordar que el nacionalismo no tiene pensadores que puedan compararse, ni de lejos, al pensamiento liberal. Por ejemplo, a Locke, Kant, J.S. Mill o Tocqueville. Dentro de la tradición comunitarista la nación se presenta como un mundo capaz de proporcionar valores, según los cuales puedo vivir. 


En este sentido, es la comunidad a la que pertenezco la que me proporciona la identidad. Somos lo que somos a través de nuestra identidad nacional. Pero el problema no es si estoy influido por ‘lo social’ sino, si ‘lo social’ me determina, lo que es muy diferente. Una cosa es que seamos seres sociales y otra, muy diferente, que seamos ovejas del rebaño. Las ovejas no tienen identidad personal, salvo para el pastor.


Uno de los graves problemas que esto puede plantear es la oposición entre los valores asociados a una comunidad concreta y los valores asociados a la tradición liberal. Me refiero a los derechos individuales que tienen pretensión de universalidad. Claro que, de la misma manera que Ibarretxe miente cuando presenta su proyecto como un proyecto democrático y dialogante, los nacionalistas pueden afirmar que ellos, también, defienden los derechos individuales. Lo dicen, pero no lo cumplen.


Que se lo pregunten a los familiares de las víctimas en el País Vasco, a los que llevan escolta y a los que no se atreven a hablar de política por miedo. Si son de los ‘otros’, claro. ¿Serán derechos humanos sólo para los míos?


¿Por qué, realmente, los nacionalistas tienen problemas con los derechos universales? Porque los derechos universales no discriminan. Se aplican tanto a los ‘nativos de pata negra’ como a los charnegos, forasteros y otra gente de mal vivir. Y es que ‘el origen’ es discriminatorio y sirve para poner a cada uno en su sitio. Los nativos primero, luego, en un escalón inferior, los ‘otros’. El origen de los ‘nativos’ es un signo diferenciador, pero de diferenciada superioridad. No sólo somos diferentes sino, además, superiores. 


Por ejemplo, el desprecio que sufren (hablaré del País Vasco pero, desgraciadamente, no es el único lugar) los que no tienen el privilegio de ser de ‘pata negra, sector RH’. Recuerdo que en mi niñez algunos niños, en el colegio, insultaban a otros llamándoles ‘chueta’. Los insultadores se sentían orgullosos de su origen, probablemente influidos por sus padres y otros. Se sentían superiores por no estar ‘contaminados’.


Finalmente, el nihilismo. Como todos los conceptos importantes tiene diferentes versiones. Me centraré en algunos aspectos de Nietzsche que nos tocan de cerca. Cuando el mundo se presenta a nosotros como vaciado de valores, entramos en la sensación de desengaño de la Totalidad. 


Hemos entrado en el nihilismo psicológico, que se manifiesta, al menos básicamente, en los siguientes aspectos: sentimiento del absurdo, pérdida de fe en una totalidad de sentido, y conciencia de que este mundo es sólo una especie de ‘espejismo’. Si esto es correcto y se puede aplicar a buena parte de la sociedad actual, nos encontramos en una situación muy difícil. ¡Ojalá me equivoque!


¿Por qué? Porque se devalúan todos los principios superiores (de carácter ético o político) que podrían dar sentido a la vida. En esta situación aparece un sentimiento de absurdo, de egoísmo y de indiferencia. Una sociedad desmovilizada, desmotivada, es incapaz de luchar por algo que no sea la propia e inmediata satisfacción. 


Además, al no haber valores superiores la posición ante los problemas es: ¿Qué más da? ¿Por qué no? Todo es relativo excepto la propia relatividad. Aceptemos con talante y buen rollito lo que sea, pero que no suponga esfuerzo. Estoy cansado, no quiero problemas y nada vale la pena, excepto yo. Remedando a los nuevos filósofos franceses podríamos decir: Dios ha muerto, Marx ha muerto, y yo no me encuentro nada bien.


PD. Las democracias europeas, para calmar a Hitler y evitar que un conflicto local se convirtiera en un conflicto general, hicieron concesiones al Fuhrer. Pero las concesiones no amansaron a la fiera. La Wehrmacht invadió Bohemia y Moravia el 15 de Marzo de 1939, preludio de la 2ª guerra mundial, el 1 de Septiembre del mismo año.

Sebastián Urbina. Febrero 2005.

lunes, 13 de junio de 2011

DON ARTUR Y EL PUEBLO.


DON ARTUR Y EL PUEBLO.


Artur Mas ha advertido que "la última palabra no la va a tener el Tribunal Constitucional" y que si las sentencias de los recursos presentados "desnaturalizan" el texto, CiU propondrá "formalmente al pueblo de Cataluña" una consulta, porque en su opinión la democracia tiene "cierta preeminencia" sobre la ley. "A eso tenemos derecho, a que el pueblo que aprobó el Estatut se vuelva a pronunciar".

Antes de preguntarnos qué es democracia, preguntémonos por la opinión de Don Artur. ‘La democracia tiene cierta preeminencia sobre la ley’. No sea diablillo Don Artur. Diga sin tapujos: ‘La democracia tiene cierta preeminencia sobre la ley democrática’. ¿Qué quiere decir? ¿Quiere decir, Don Artur, que la ley no es democrática? Prefiero no creer estas cosas de don Artur. ¿Quiere decir que la democracia populachera, tipo Hugo Chávez, tiene preeminencia sobre la ley democrática?


¿Qué es democracia? Seguramente Don Artur intuye, a través de su sangre catalana, la esencia del pueblo democrático catalán. Yo me limitaré, más modestamente, a señalar algunos rasgos que, habitualmente, se reconocen como propios de esta forma política. Algunos textos son de ayuda, incluso para don Artur. Por ejemplo, ‘La democracia’ de R. Dahl (del que tomaré las características definitorias); ‘La democracia después del comunismo’ de G. Sartori; ¿Qué es la democracia?, de A. Touraine, o el clásico ‘¿Por qué democracia?’ de Alf Ross, entre otros muchos.
Veamos unas características de la democracia que, tal vez, no satisfagan a don Artur.

La democracia ofrece oportunidades para: 1) Participación efectiva; 2) Igualdad de voto; 3) Alcanzar una comprensión ilustrada; 4) ejercitar el control final sobre la agenda (o sea, que cuestiones deben tratarse); 5) Inclusión de los adultos.
La pregunta es ¿no se dan en Cataluña estas circunstancias? ¿Es la política, en Cataluña, de tan bajo nivel que no se alcanzan estas exigencias democráticas básicas? Si la respuesta es negativa, habrá que realizar serias reformas políticas para incorporar a Cataluña al mundo de la democracia. Por cierto, si es así, ¿qué titulo político ostentan los políticos catalanes que actualmente gobiernan? ¿Dictadorzuelos? ¿Sátrapas? ¿Príncipes del Principado?


En el caso de que Cataluña  (es decir, sus ciudadanos) disfrutara del sistema político democrático ¿a qué viene esta extemporánea apelación al pueblo? ¿Qué es el pueblo, don Artur? Porque parece que hasta ahora las decisiones políticas, en Cataluña, no habrían sido adoptadas según los típicos mecanismos de participación indirecta de los ciudadanos, eligiendo a sus representantes. ¿O sí? 


Si la respuesta es afirmativa, los políticos catalanes están legitimados para tomar decisiones. Si la respuesta es negativa, ¿qué legitimidad tienen los gobernantes catalanes actuales? Y si la respuesta sensata es la primera ¿a qué viene esta apelación a instancias externas a los procesos democráticos reconocidos por la legislación democrática vigente? ¿No le basta? ¿O solamente le basta si le dan la razón? Parece que don Artur quiere apelar al pueblo y no a los ciudadanos. Pueblo como rebaño indiferenciado, frente a ciudadanos diferenciados, cada uno con su propia opinión y su voto.


Don Artur y sus amigos nacionalistas organizarán un macrobotellón-nacionalista, en el que se dirá (por los altavoces) que el Tribunal Constitucional atenta contra los derechos inalienables del pueblo catalán. Si no les dan la razón, cosa que está en el aire en el momento de escribir estas líneas. 

En estos momentos mágicos, de fervor patriótico y de victimismo dolorido, sonará la música de Lluis Lach. Preferiblemente, ‘L’Estaca’. Mejor al caer la noche, cuando el sol veraniego ha abandonado las sagradas montañas y el silencio anega las almas de arrebato lacrimoso. Se encenderán velitas, y hombro con hombro, entrelazadas las manos, se apelará al pueblo. Aprovechando el momento, es conveniente hablar de 1714 y la guerra de Sucesión. Rugirá el respetable. ¡No nos moverán! En catalán, por supuesto.


¿Quién es el siguiente? Que pase el pueblo vasco. ¡No se apretujen! Los demás pueblos que esperen turno. Todo llegará. Los escritos de agravios y ofensas varias, deben ser depositados en el buzón del Comité de Nacionalidades Oprimidas. Por triplicado y en cualquier idioma.


Terminemos con unas cuantas vulgaridades analíticas. Primero, ‘pueblo’ puede referirse a todos,  o una parte de un grupo, por razón de etnia, lengua, u otras propiedades. Segundo, ‘pueblo, también puede referirse a un subgrupo. Por ejemplo, los charnegos. Tercero, ‘pueblo’, puede no identificarse con nada de lo dicho anteriormente sino con una entidad colectiva.


¿Qué es una entidad colectiva? Puede definirse como elemento común a los individuos que pertenecen a una especie que, se supone, es independiente de los individuos. Lo grave es que algunas doctrinas, como el nacionalismo, atribuyen personalidad moral a estos entes, haciéndolos titulares de intereses. La nación es el típico ejemplo. Más aún, sr. Mas, supuestos titulares de intereses metafísicos que estarían por encima de los derechos y obligaciones de las personas de carne y hueso.


Entramos así en las concepciones colectivistas en las que la nación o el Estado, o ambos, adquieren un status ontológico propio y autónomo. Dado que esto es una filfa, un engaño, se trata de que ciertos individuos (como Don Artur y demás camaradas) hagan pasar sus propios intereses como si fueran los intereses de este animal metafísico, la nación, el pueblo, o el Estado. Es decir, tradición totalitaria en versión catalana. ¡Facha el que no bote!

Sebastián Urbina.

jueves, 9 de junio de 2011

¿PROGRESISTA O REACCIONARIO?


¿PROGRESISTA O REACCIONARIO?


Es sabido que la expresión ‘izquierda política’ y ‘derecha política’ se refieren, originariamente, al lugar que ocupaban los políticos en el Parlamento francés, después de la Revolución. Los políticos que apoyaban al llamado Antiguo Régimen (que incluía a monárquicos y conservadores) se sentaban en la parte derecha. En cambio, sus adversarios (entre los que podemos situar a liberales y revolucionarios) se sentaban en la izquierda. 


Pero esta distinción ya no vale. Ahora, mucha gente supone que la izquierda tiene unos determinados valores y la derecha otros. ¿De qué valores se trata? No es tarea fácil, dada su variabilidad. En el año 1982, el socialismo español se identificaba con el cambio. O sea, ‘por el cambio, para que España funcione’. ¿Qué cambio? Esa es otra historia.


En el año 1997, el socialismo se identificaba como el baluarte de la libertad. Es decir, ‘socialismo es libertad’.  Pero nada es eterno. En los años 1998-1999, la cosa progresista iba con la ética y la honestidad. Y, finalmente, en este análisis que no puede ser exhaustivo, el programa electoral de las elecciones generales de 2004 era, según nos dice J. Trillo-Figueroa  (‘La ideología invisible’), ‘el más radical y escorado a la izquierda que se haya presentado nunca a unas elecciones en España, desde la Transición’.


En fin, una gran revolución socialista que el Presidente Rodríguez Zapatero resume, con su conocida capacidad de síntesis: ‘Son tres palabras que identifican claramente este tiempo político: paz, ciudadanía y talante’. Lo que cada palabra signifique es otra historia. Claro que parece ser más progresista no precisar de qué se trata y cómo se consigue. 


Algunas personas, inteligentes y honestas, como F. Savater, R. Díez (y muchos otros) han percibido que esta dicotomía ‘izquierda-derecha’ es cateta, manipuladora y poco significativa, al menos en los tiempos actuales. Sirve, especialmente, apara arengar a las masas. Con ‘masas’, me refiero a las personas que prefieren no pensar por sí mismas, no dispuestas a leer y reflexionar y, en consecuencia, a dejarse llevar por tópicos y eslóganes. Este penoso maniqueísmo (buenos, la izquierda;  malos, la derecha) debería ser sustituido, dicen algunos, por este otro: ‘progresistas y reaccionarios’. ¿En qué consiste tal distinción? 


Es de suponer que los partidarios del progreso, a pesar de la vaguedad de este término, pueden estar situados tanto en la izquierda como en la derecha. A menos que insistamos en la simpleza de que solamente la izquierda quiere el progreso y la derecha, en cambio, quiere el regreso. Todo el mundo quiere el progreso, al menos hasta que no aclaremos, con mayor precisión, lo que significa.


Sea como sea, podemos suponer que ‘la izquierda’ no renunciará fácilmente a lo que tanto le conviene. ¿Qué es? Hacer creer a la gente que la única opción auténticamente ‘solidaria, buena, generosa y emancipadora’ es la suya, la de izquierdas, que se identifica con el progreso.  Virtudes que, obviamente, no tendría la malvada, casposa y reaccionaria derecha.


Me parece que la nueva distinción (progresista-reaccionario) se entiende mejor si la traducimos a esta otra dicotomía: ‘liberal’ e ‘intervencionista’. El intervencionismo, o el estatismo, tienden a restringir la libertad de los individuos y el margen de maniobra de la sociedad civil, a favor del Estado, de sus funcionarios y de los políticos de turno. Por otra parte, ser intervencionista supone creer que el Estado es ‘bueno’ (y no tiene fallos), por definición, y que el mercado, también por definición, es ‘malo’ (y los fallos son exclusivamente suyos). Hay, pues, que intervenir para paliar, al menos, las maldades y las injusticias del mercado. 


Recordemos que la caverna socialista, representada por paladines de la ‘auténtica libertad’, como Castro, Chávez, Morales, Correa y demás camaradas, es furiosamente antiliberal. Más aún, claman contra el ‘neoliberalismo’ (aunque no sólo ellos) que debe ser, todavía, más cruel y despiadado que el liberalismo. Pero los países que salen, más y mejor, de la pobreza, son aquellos que aplican medidas liberalizadoras. Entre otros ‘pequeños’ ejemplos, China y la India. ¡Qué cosas!


En conclusión, lo más reaccionario sería el intervencionismo. Sin embargo, todos los partidos son intervencionistas. La cuestión, por tanto, no es si son intervencionistas o no lo son. Sería una cuestión de grados. Recordemos a G. Orwell: ‘Todos somos iguales, pero unos más iguales que otros’. Por tanto, habría gente de izquierdas progresista. ¿Cuál? La poco intervencionista. Y también gente de izquierdas reaccionaria, la más intervencionista y estatista, la que lo quiere controlar todo. Es la que, encima, se cree moralmente superior. Y lo mismo sucedería con las llamadas gentes de derechas. Cuanto más intervencionistas, más reaccionarias.


La máxima felicidad de los políticos antiliberales (la mayoría) es hacernos iguales por medio de la ley. Aunque esto no sea factible (la historia así lo muestra) y sirva para aumentar los impuestos, la pobreza y la ineficiencia económica. Olvidan, o no quieren saber, que la igualdad respetuosa con la libertad, es la igualdad ante la ley, no la igualdad por medio de la ley. ¿Significa esto que hay que eliminar el llamado Estado de Bienestar? No. Significa que hay que controlar y limitar mucho más el mal llamado ‘gasto social’, y ‘adelgazar’ el Estado, para evitar el inmoral saqueo impositivo de los políticos a los ciudadanos. En nombre del ‘bien común’, por supuesto. 
 
En resumen, los reaccionarios son los que quieren más Estado, más intervencionismo estatal. Estén indignados, o se estén echando una siesta.

‘Una sociedad que pone la igualdad por encima de la libertad, terminará sin libertad ni igualdad’.(M.Friedman).
 
Sebastián Urbina.

miércoles, 8 de junio de 2011

INMIGRACIÓN Y EMERGENCIA.




INMIGRACIÓN Y EMERGENCIA.

Italia acaba de declarar el ‘estado de emergencia humanitaria’ por la llegada de más de cuatro mil inmigrantes africanos, de momento, a sus costas. La cosa es tan grave que ha pedido ayuda urgente  a la Unión Europea porque se reconoce incapaz de solucionar el problema por sí sola. Pero el problema de la inmigración no es solamente italiano. Afecta a toda Europa y, por ello, a España y a Baleares.

Hagamos memoria. La ley impulsada por el entonces Ministro de Trabajo, Jesús Caldera, en 2005  provocó el ‘efecto llamada’ y la ‘regularización masiva’. Además, convirtió a  España en «objetivo prioritario» para los «sin papeles». O sea, el famoso ‘papeles para todos’.

La propuesta del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero fue la aprobación del Reglamento de la Ley Orgánica 4/2000 (11 de enero) acerca de los derechos y libertades de los inmigrantes y su integración social. Una de las consecuencias fue la regularización de más de 700.000 inmigrantes. Otra consecuencia fue que España se convirtió en el mayor receptor de inmigrantes de la Unión Europea. Y  el ‘efecto llamada’ que fue negado, con vehemencia, por el Ministro Caldera y sus camaradas.

¿Cuál es el problema? Cualquier persona normal se siente impresionada por estos inmigrantes que llegan a nuestras costas en estado lamentable, buscando un mundo mejor. Y es de personas decentes hacer algo por ellos. Pero este no es el verdadero problema. El problema es ¿hasta dónde? O sea, hay límites y debería hablarse de ellos. En serio. No bastan las ‘buenas intenciones’.

 Y lo que vale para la inmigración en el mundo, vale para la inmigración aquí, en nuestra comunidad. No hagamos caso, ni a los que quisieran cerrar las puertas a cal y canto, ni a los que quisieran tenerlas siempre abiertas. No es razonable adoptar ninguna de estas dos posturas.
Y después de las recientes revueltas en los países musulmanes podríamos tener llegadas masivas de africanos.  ¿Qué hacer? ¿Debatir en serio y sin complejos, o soltar unas frases políticamente correctas?

Sebastián Urbina.

INVOLUCIÓN



¡INVOLUCIÓN!

La presidenta del Consell de Mallorca, Francina Armengol, ha defendido su gestión al frente de la institución que preside y la capacidad de la isla para salir de la crisis, pero ha alertado del riesgo de involución, tanto en las recetas políticas como en el desarrollo del autogobierno.

Para que vean que la cosa va en serio, basta comprobar lo que nos dicen desde la metrópoli.cat. El Instituto de Estudios Catalanes (IEC) ha hecho hoy un llamamiento a los catalanes para que exijan el cumplimiento de sus derechos de "autodeterminación" y de "autogobierno" frente a la actual coyuntura "excepcional" y de "involución" autonómica.

Atención señores, estamos en peligro involucionista. De todos modos, ya notaba algo en las cervicales.

Acudo raudo a un índice analítico de la Constitución española. Mi estupor es inmediato. No está la voz ‘autodeterminación. Claro que puede ser un libro franquista. Inútilmente acudo a otro libro: ‘Comentario a la Constitución. La Jurisprudencia del Tribunal Constitucional’. Nada. Realmente, la involución está en marcha. ¡Ya no hay duda! De todos modos, debemos agradecer a la sra. Armengol que no diga las bobadas que dicen los señores del Instituto de Estudios Catalanes.

La vigente Constitución española no habla de ‘autodeterminación’. Pero, es curioso, porque tampoco reconoce el derecho de autodeterminación el resto de Constituciones del mundo mundial. Lo sé, lo sé. Es una confabulación anticatalana planetaria.

Luego está la cosa del espacio físico. ¿Y el Valle de Arán? ¿No puede autodeterminarse? ¿Podrán votar los españolistas confesos y mártires? A pesar de las dificultades, se han celebrado ya varios ‘butifarrendums’ en diversos municipios del Oasis, con resultados que, por caridad cristiana, no voy a desvelar.

 Realmente, debemos reconocer, con alborozo, la ‘singularidad’ catalana. ¡Qué cruz! O sea, ¡Qué involución!

Sebastián Urbina.

martes, 7 de junio de 2011

NO SE NACE MISERABLE






NO SE NACE MISERABLE.


Un estudio del gobierno vasco (de principios de 2011) muestra que algo más de la mitad de los jóvenes de 15 a 29 años rechazan, por igual, a un vecino etarra, que a un vecino víctima de los etarras. La proporción es, aún, más repulsiva si nos limitamos a jóvenes entre 15 y 17 años.

¿Qué ha pasado para que haya tanta basura moral en la Comunidad Vasca, aunque no sea la única? Creo que la respuesta no es difícil.

El 1 de enero de 1981, Cataluña y el País Vasco recibieron los medios y recursos para llevar a cabo las competencias educativas transferidas. En los años siguientes, se fueron transfiriendo a las demás Comunidades.

El Estado tiene competencia, en exclusiva, para velar por la homogeneidad y unidad sustancial del sistema educativo, así como por las garantías de igualdad básica de todos los españoles en el ejercicio de sus derechos educativos. El Estado puede ejercer esta competencia exclusiva a través del órgano legalmente previsto, la Alta Inspección (artículos 27.8 y 149.1.30ª). ¿Qué ha sucedido en la realidad? Nada de nada.
En los ‘territorios comanches’ se ha venido haciendo, en estos últimos treinta años, lo que a los nacionalistas les ha venido en gana. ¿La Alta Inspección? Ni está, ni se le espera.

Los nacionalistas (ahora ya sabemos, los que queremos saberlo, que son separatistas) han aprovechado estas décadas para fomentar y exagerar las diferencias con el resto de España. A inculcar, con mayor o menor sutileza, el odio a España, a la lengua española (la lengua de Franco, como es sabido) y su historia. Además, se hacen las víctimas porque siempre hay tontos que tragan. Al cabo de treinta años de lavado de cerebro nacional-periférico, una parte de las jóvenes generaciones del País Vasco, dice que rechaza por igual un vecino terrorista que a una víctima.

 ¿Qué han hecho los partidos, teóricamente, nacionales, el PSOE y el PP?

 Al carecer de sentido de Estado y hacer primar sus mezquinos intereses partidistas, no han modificado la ley electoral, que es profundamente injusta y da un poder a los separatistas, que los votos no les conceden. Ni han rescatado, para el Estado, las competencias educativas, utilizadas durante décadas (en los llamados ‘territorios comanches’) para separar a los españoles en vez de unirlos.
 
 De vómito.

Sebastián Urbina.

NO ES SÓLO FÚTBOL




NO ES SÓLO FÚTBOL.


Hace poco tiempo, el entrenador del Barcelona, variando su línea de gentleman, se refirió al entrenador del Madrid, Mouriño, como ‘el puto amo’. Bien, esto es solamente un aspecto de las escaramuzas que se concretaron en un partido de fútbol,  ‘Madrid-Barcelona’ o ‘Barcelona-Madrid’, de los cuatro que se tienen que disputar entre los dos grandes rivales.

Pero ¿estamos hablando de fútbol? No. Al menos, no estamos hablando, solamente, de fútbol. ¿Por qué?

La utilización política del deporte no es nueva. Para no remontarnos a Grecia o Roma, centrémonos, por un momento, en las Olimpiadas. Recordemos que, mientras duró el experimento soviético, las Olimpiadas eran el tablero en el que se ‘pegaban’ los dos grandes, Estados Unidos y la Unión Soviética. Aparte de la rivalidad entre las dos Alemanias, la capitalista y la comunista. O las medallas que podían conseguir los países ‘satélites’ de la URSS.

Si pasamos a la España de las Autonomías, podemos ver (al menos para el iniciado) que los catalanistas y allegados han calificado, y califican, al Barcelona como ‘Mes que un club’. O sea, no se conforman con un club de fútbol. La paranoia catalanista les permite visualizar al equipo  de fútbol como un aguerrido gladiador que defiende el honor mancillado de la Cataluña eterna. ¿Por quién? Por la bota castellana. ¿Verdad que suena ridículo? Claro. Es que así de ridículos son los culé-catalanistas.

Pero, aunque sean ridículos, representan un peligro. No sólo por el agresivo fanatismo futbolero sino, también, por un proyecto separatista antiespañol. Aunque haya gente que, todavía, no quiere enterarse de lo que pasa.

En el oasis. Cat,  no es de buen tono ‘ser del Madrit’. Sea usted carpintero, barrendero, diputado o empresario. O hablar en español, la lengua de Franco. O decir que no hay libertad para elegir la lengua de enseñanza, si ésta es la lengua española. O votar al Partido Popular. O negar que Cataluña esté explotada y expoliada por Madrit. Puede perdonarse que usted haga o defienda una de estas cosas. Pero todas juntas muestran que estamos en presencia de un ‘puto españolista’.

¿Cómo sorprenderse de que se utilicen los bajos instintos (y los de media altura) para incitar el odio al invasor? En eso estamos. ¡Barca, Barca, Barca!

Sebastián Urbina.

lunes, 6 de junio de 2011

LA UTOPÍA LAICA.


LA UTOPÍA LAICA.




La utopía es una especie de sueño organizado, en el que se muestra una sociedad ideal, por contraste con la realidad que nos ha tocado vivir.

El punto de partida de las utopías se suele situar en La República de Platón. Es decir, un Estado perfecto, un Estado justo. La intención de los utópicos siempre es buena, aunque los resultados no suelan acompañar a las buenas intenciones. Pero no se limitan a Platón. Recordemos a San Agustín (La Ciudad de Dios),  Tomás Moro (Utopía), T. Campanella (La Ciudad del Sol) o Francis Bacon (La Nueva Atlántida), entre otros.

Es cierto que la ensoñación de un mundo mejor (que tiene su correspondiente actual en la máxima progre, ‘otro mundo es posible’) es una característica humana. En este sentido, nada malo habría en dibujar utopías en las que, supuestamente, seríamos auténticamente felices. El problema aparece cuando, una y otra vez, la utopía en cuestión se materializa gracias al empeño de un grupo organizado, más o menos numeroso, y obtiene resultados que poco tienen que ver con lo prometido. Es decir, en vez de felicidad a raudales, la utopía chapotea en mares de sangre y sufrimiento.

Hay utopías que están más focalizadas en la dimensión práctica. Con una fuerte pretensión de realización efectiva. Este fue el caso del socialismo utópico (S. XVII-XVIII). Sin olvidar las utopías de la Revolución inglesa del S. XVII (Harrington y Wistanley), también con una intensa dimensión práctica.   

Uno de los objetivos del mencionado socialismo utópico fue la creación de comunidades igualitarias. Recordemos los falansterios de Fourier. Se trataba de comunidades rurales supuestamente autosuficientes. Hay, también, utopías modernas (Arhhelm Neussüs) que pretenden ser diferentes a las demás utopías pero, a pesar de las diferencias y los matices, todas tienen un fondo común: la crítica y el rechazo de la realidad social existente y una propuesta radical alternativa.

¿Qué diferencia hay, si la hay, entre utopía y religión? Aunque la definición de religión no es pacífica y hay opiniones diversas, podemos decir que la religión es un sistema de creencias y de prácticas vinculadas al destino trascendente de los seres humanos. Por tanto, una diferencia fundamental sería el carácter inmanente de la utopía y el carácter trascendente de la religión.

Dicho esto, veamos como, a pesar del proceso secularizador que se produce en Europa, especialmente a partir del siglo XVII (con la revolución científico-técnica) los seres humanos no han abandonado el sentido de la trascendencia. Porque no es nada fácil seguir los consejos de Epicuro: ‘La muerte en nada nos pertenece pues mientras nosotros vivimos no ha llegado y cuando llegó ya no vivimos’. Podemos aceptarlo racionalmente, pero las emociones y las pasiones que nos afligen en ciertos momentos críticos, no se disipan con facilidad.

Dice G. Steiner: ‘Las mitologías fundamentales elaboradas en Occidente desde comienzos del siglo XIX no sólo son intentos de llenar el vacío dejado por la decadencia de la teología cristiana y el dogma cristiano. Son una especia de teología sustitutiva’.

Aunque Steiner se refiere, no solamente al marxismo, sino, también, al psicoanálisis (Freud) y a la antropología estructural (Levy Strauss), creo que es preferible centrarse en la utopía laica por excelencia, la ideología de izquierdas. ¿Por qué? Porque es la más influyente en la práctica de millones de ciudadanos, de millones de votantes. Por no hablar de los partidos de izquierdas, los medios de difusión de izquierdas  y la enseñanza de izquierdas. Pues bien, ¿Cómo es posible que, a pesar de los continuados fracasos de la ideología de izquierdas, millones de personas les sigan votando?

Pongamos un ejemplo. Dice Guy Sorman: ‘... puede considerase que entre los economistas existe consenso acerca de la eficacia superior de la economía de mercado, indudablemente sin alternativa’.

¿Sirve para algo este consenso entre los economistas para que la gente acepte la economía de mercado? Es muy dudoso. Y la explicación tiene que ver con la importancia de las ‘teologías sustitutivas’ del cristianismo, como las mencionadas. Hace pocos días estaba viendo un debate televisivo. No eran personas de a pié sino gente de un cierto nivel, que escribe artículos de opinión en los periódicos más importantes de España. Una de estas personas se quejó de que,  ‘el mercado está mandando sobre la política’.

Lo que esta persona, de izquierdas, estaba diciendo es que el malvado capitalismo no puede (no debe) imponerse a las políticas sociales y solidarias de Zapatero, o de los gobernantes socialistas en general. Se supone que los gobernantes de derechas harán políticas congruentes con la economía de mercado. Lo que es mucho decir. Pero, en cualquier caso, ¿ha entendido, esta persona de izquierdas, como funciona el mundo? ¿Se ha enterado de cómo funcionaría la sociedad si el mercado se sometiese, totalmente, a la voluntad de los políticos de turno? Diría que no. Pero, al menos en principio, se trata de gente culta e inteligente. ¿Cómo es esto posible?

 Creo que la respuesta está en la interiorización de una visión global, de una ideología totalizadora, la ideología de izquierdas. Una ideología que, supuestamente, tiene respuesta para todo. Cuando se acepta esta ideología, los hechos adversos suelen tener poca o nula importancia y todo debe someterse a los objetivos, moralmente superiores, de la utopía en cuestión. De ahí la tendencia de los izquierdistas confesos a vivir en las nubes (por no aceptar la realidad adversa) y en la mentira (porque el fin emancipador justifica los medios). Por eso no deberían sorprender las palabras del ilustre doctor Gregorio Marañón, uno de los padres de la II República: ‘La constante mentira es lo más irritante de los rojos’.

En resumen, el intento de materializar el cielo en la tierra, ha devenido, una y otra vez, en grandes sufrimientos y fracasos. Unos cien millones de muertos. Así nos lo muestra ‘El libro negro del comunismo’. Pero la ortodoxia ‘buenista’, supuestamente solidaria y emancipadora, puede más que los hechos, más que la realidad Al menos para muchas personas, que rechazan la fealdad de un mundo imperfecto, aunque sea real. Y se aferran ciegamente a la ‘nostalgia de Absoluto’. O sea, un falso mundo perfecto. Aquí mismo. Y de izquierdas.

Sebastián Urbina.

MANUAL DEL PROGRESISTA.









MANUAL DEL PROGRESISTA.



Cae en mis manos ‘Puntos de reflexión. Manual del Progresista’, del profesor norteamericano George Lakoff. Este conocido profesor vino a España a participar en un ‘Comité de Expertos’ que asesoró al PSOE para las elecciones del mes de Marzo.



Como dice José Andrés Torres Mora (Diputado y miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE) en el prólogo, el profesor Lakoff está profundamente comprometido con los valores progresistas. Ahora podremos ver en qué consisten.



Pero antes que nada prestemos atención a lo que la derecha es capaz de hacer. Pues sí señor, no solamente la izquierda española se tiene que defender de la derecha (por ejemplo, con  ‘el cordón sanitario’) sino que también en USA sucede lo mismo:



‘Lo que dice Lakoff es que la derecha se ha hecho experta en utilizar contra la gente los sentimientos de rebeldía frente a la injusticia de esa misma gente. Que los conservadores han desarrollado todo un sistema de comunicación capaz de usar nuestras esperanzas contra nosotros mismos, y que todo esto lo hacen a partir de conocimientos de psicología y de lingüística....’



¡Asombroso! Nunca creí que derecha fuese tan malvada. ¡Ahora entiendo el ‘cordón sanitario’! La izquierda, en su ingenuidad bienpensante había creído que se podía confiar en la derecha. ¡Grave error! 



Ante esta peligrosa situación ¿qué pueden hacer los progresistas? Lakoff dice que tienen que aprender a hablar de manera más clara y más eficiente a la hora de recabar apoyos ciudadanos. A eso le llama Lakoff, construir nuestros propios marcos conceptuales.



Esto resulta sorprendente. Es difícil concebir a una ideología (por ejemplo, la ideología de izquierdas) sin que haya un marco conceptual. ¿Quiere decir que en el pensamiento de la izquierda, hasta ahora, había ideas deslavazadas e inconexas? ¿Y que ahora se dan cuenta y se ponen a la tarea?



En todo caso, uno de los objetivos de Lakoff es ‘traducir nuestros sentimientos a lenguaje’ O sea, ayudar a expresar con palabras lo que sentimos como justo y como bueno en nuestras entrañas’. Y a partir de ahí, han de venir los argumentos, las ideas, las palabras. Todo esto metido en marcos conceptuales propios del progresismo. 



Y yo que, ingenuamente, pensaba que esto es lo que se ha venido haciendo desde hace mucho tiempo.



Sigamos con las maldades de la derecha. ‘El subtítulo del libro, ‘Cómo transmitir los valores y la visión progresista estadounidenses’ es también una buena pista sobre lo que los progresistas españoles podemos hacer. Lakoff sostiene que lo mejor de Estados Unidos son sus valores progresistas, que el ansia de libertad, la democracia, la lucha contra la esclavitud, la preocupación por la suerte de los demás, son los verdaderos cimientos del país...’



Ahora ya sabemos algo de los ‘valores progresistas’. Nos está diciendo que el ansia de libertad, la democracia, la lucha contra la esclavitud, o la preocupación por la suerte de los demás, no son valores de la derecha. Son, exclusivamente, valores progresistas. Tonterías así ya se dicen y se repiten en España por españoles de izquierda. No es necesario importar progresistas de USA para oír estas bobadas. Solamente un sectario (de los del ‘cordón sanitario’, por ejemplo) puede tragar estas ruedas de molino. 



Estas tonterías se resumen, una vez más, en la (supuesta) superioridad moral de la izquierda. Con otras palabras: ‘Nosotros (progresistas) somos los  buenos y vosotros (conservadores) sois los malos’. Hay millones de personas que tragan este manido tópico. Ahora nos lo recuerda el profesor Lakoff. La derecha, por tanto, sería moral y políticamente inferior porque no atesora estos valores progresistas. Uno no sabe si reír o llorar ante tamaña desvergüenza.



Después del profundo Prólogo del diputado socialista, viene el Prefacio, escrito por el propio Lakoff en carne mortal. Nos dice que los valores estadounidenses son inherentemente progresistas, pero los progresistas han perdido el rumbo. ¡Vaya por Dios!



Fíjense en lo siguiente. Si los valores de USA son, inherentemente, los valores progresistas, cuando gobierna la derecha se están traicionando los auténticos valores estadounidenses. En tal caso, hay motivos para que la gente (la decente, la progresista) esté muy enfadada. Y que llame ¡traidores! a los políticos de la derecha. Con toda razón. Y los que han votado a la derecha deberían sentirse avergonzados. ¡Es inaudito! 



Pero Lakoff no se conforma con esto y se lanza a un ataque más profundo.  Después de afirmar que los progresistas han cedido incluso el lenguaje de los ideales progresistas- como la palabra ‘libertad’- para que la ’extrema derecha’ lo redefina, termina afirmando que la ’derecha radical’ conoce bien sus valores y su programa político. Resulta que, según Lakoff, la derecha (extrema y radical) ha impuesto sus ideas y su lenguaje.



Con otras palabras, los valores de la derecha no incluyen las ansias de libertad, ni la democracia, ni la lucha contra la esclavitud, ni la preocupación por la suerte de los demás. Estos son, exclusivamente, valores progresistas, como dice Lakoff. No es extraño que la derecha sea profundamente nociva para la sociedad. Un verdadero peligro para la libertad y la democracia. Pero hay más, mucho más. Queda la ’extrema derecha’ y la ’derecha radical’.



Si la derecha es malvada, no quiero ni pensar en la perversidad de esta derecha extrema y radical. ¿Qué serán capaces de hacer?  No creo que baste el ‘cordón sanitario’. Habrá que ser más contundente. ¿O no?



No quiero dedicar más tiempo a estos manidos y peligrosos tópicos progresistas. Peligrosos para la libertad de los demás. Sólo diré, para terminar, que los progresistas también hablan mucho de ‘bien común’, que sería una preocupación exclusiva de la izquierda. ¡Faltaría más!  Pero lo que queremos saber (la gente malvada) es cuánta libertad nos prohibirán o restringirán y cuánto dinero nos quitarán de los bolsillos para llenarse la boca de ‘bien común’.  Entendido a su manera progresista. Que es la verdadera.



Como dice Woody Allen: ‘Queremos saber de dónde venimos y adónde vamos pero, sobre todo, lo que nos costará el billete’



Y es que hay gente ya les conoce y no se deja engañar fácilmente, sr. Lakoff.



Sebastián Urbina.