jueves, 2 de junio de 2011

DEMOCRACIA REAL

DEMOCRACIA REAL



Leo en la prensa que, en más de sesenta ciudades del mundo, han salido ciudadanos a la calle para reclamar ‘democracia real’.

Para estos ciudadanos, ‘democracia real’ significa que sean ‘los ciudadanos los que decidan el destino del país’...  “y no los poderes financieros y las grandes corporaciones empresariales”.
Si esto es lo que proponen estos ciudadanos ‘indignados’, estamos con la vista puesta en la democracia directa. Veamos estas cosas más de cerca. En la democracia indirecta, que es la vigente en los países democráticos realmente existentes, los ciudadanos eligen a sus representantes. Los representantes políticos deciden, en el Parlamento, las leyes que organizan la vida política, social y económica de una sociedad. Por tanto, los ciudadanos, indirectamente, deciden. Pero es cierto que los sistemas democráticos actuales no concentran el poder, exclusivamente, en el Parlamento.

En las sociedades con democracia directa, como en Atenas, los ciudadanos tenían que dedicar mucho tiempo a la política. Claro que entonces había esclavos y era más fácil para los que no lo eran. Pero hoy no es así. ¿Qué sucede si muchos ciudadanos prefieren no dedicar tanto tiempo a la política? ¿Qué pasa si prefieren ser representados? Al margen de las dificultades derivadas de las sociedades extensas actuales, con gran número de ciudadanos. A diferencia de lo que sucedía, por ejemplo, en Atenas.

Las sociedades democráticas actuales son ‘poliárquicas’, si seguimos a Robert Dhal. Dicho con otras palabras, estas sociedades se caracterizan por tener una diversidad de grupos de poder que tratan de influir en los poderes públicos con el objeto de satisfacer sus propios intereses.

Un ejemplo está en los llamados ‘buscadores de rentas’. Estos grupos de presión tratan, por diversos medios, de obtener el favor de los poderes políticos en forma de subvenciones, modificaciones legislativas, administrativas, etcétera. Estas modificaciones favorecerán, supuestamente, a estos grupos. Un ejemplo clásico es la concesión real de un monopolio. Por ejemplo, de harinas o de tabaco. Actualmente, los sindicatos, la patronal, empresarios importantes, y los más variados grupos, tratan de obtener el favor político y dinero público.

A estos grupos de contraponen ‘los buscadores de beneficio’. Se trata de empresarios que aceptan las reglas de juego del mercado sin hacer trampas.

Volvamos a los buscadores de ‘democracia real’. ¿Pretenden eliminar a las grandes corporaciones y los poderes financieros, o solamente tratan de tenerlos controlados? Si se trata de lo primero, estamos ante experiencias de ‘socialismo realmente existente’, como la antigua Unión Soviética. ¿Es esto lo que quieren? Si, por el contrario, se trata de tener controlados a estos poderes ¿cómo piensan hacerlo? ¿Aumentando las regulaciones? ¿Aumentando el número de inspectores competentes para controlar la correcta aplicación de las regulaciones?

A menos que impongan en todo el mundo este nuevo sistema, los capitales se marcharán a los países con mayor libertad de empresa. Y el país se arruinará. No se puede mantener una economía de mercado sin respetar mínimamente la ‘lógica’ de la economía de mercado.

Otro de los errores de los buscadores de ‘democracia real’ es el intento de conseguir ‘los derechos básicos de vivienda, trabajo, cultura, salud o educación para todos los ciudadanos, o a una “necesaria revolución ética” que no sitúe al dinero por encima del propio ser humano’.


Si todos tienen ‘derecho’ a vivienda y trabajo, por ejemplo, es que los demás tienen el deber de materializar este derecho. ¿Cómo se materializa? Obligando a los ciudadanos a pagar, por medio de impuestos, la vivienda de los demás. O pagando, por medio de impuestos, los puestos de trabajo. O sea, la ruina. Aparte de que, en esta sociedad, lo mejor es ser un vago. Los demás me pagarán la vivienda y me darán un puesto de trabajo. Es mi derecho. Y los demás a currar por mí.

En lo que sí estoy de acuerdo es en su  indignación por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la indefensión del ciudadano de a pie”.


La situación es preocupante y provoca indignación. Pero los ejemplos del ‘socialismo realmente existente’ no han sido una solución. Y vivir, permanentemente, en la utopía, suele provocar abatimiento, melancolía y nihilismo. ¿Por qué? Porque solamente deberíamos proponernos lo que podemos conseguir. Utopías débiles, como mejorar la educación, disminuir la corrupción, y cosas similares. Pedir lo imposible, si lo es, resulta inalcanzable. Claro que algunos prefieren engañarse.
Sebastián Urbina.

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