jueves, 2 de junio de 2011

LA TENTACIÓN DE LA IGNORANCIA.




LA TENTACIÓN DE LA IGNORANCIA.

Presentación a cargo de ANTONIO ALEMANY, periodista.


A. El autor.

Datos caracteriológicos: un 'rebeco' que no soporta dos cosas: la estupidez y el lugar común, que es una forma suprema de estupidez. El libro que hoy presentamos es, en buena medida, un alegato contra la estupidez y el lugar común.

Datos profesionales: Urbina es un perfecto ejemplo- más que un ejemplo, una acusación- de uno de los males que asolan nuestra Universidad: la repugnante endogamia ideológica que prima, no la excelencia, sino la adscripción política. Urbina es profesor titular y debería ser catedrático. Y no es catedrático porque no pertenece a ninguna de las 'cuadras'- perfecto el símil equino- de la Filosofía del Derecho. El acceso a la cátedra no se basa en el mérito, sino en el do ut des- te doy para que mañana me des- y en la afinidad político-ideológica. Fuera de estos parámetros no hay cátedra posible.

Sin embargo, el docente universitario, el intelectual en su más noble acepción, no se define ni por el título oficial ni por el ránking en el escalafón docente: se define por la investigación y por la obra que lega. Y la obra de Urbina constituye un 'corpus' del más alto nivel que legitima, más que los oropeles del cargo, toda una trayectoria hecha de ciencia, investigación y obra publicada.

Cuando, en el breve currículo, les he citado la bibliografía urbiniana, les habrá llamado la atención que algunas de sus obras señeras están publicadas en inglés y en la editorial Kluwer. Lo que esto significa.

Para cerrar el capítulo biográfico: es un insulto a la inteligencia y a la justicia que Sebastián Urbina no sea lo que sus méritos acreditan: catedrático de Filosofía del Derecho.


B. La taxonomía.

Ejerzamos de taxónomos: ¿a qué género pertenece 'La tentación de la ignorancia'?

Hace más de cuatro siglos, Montaigne, usó por vez primera la palabra y el concepto 'Ensayo' para definir un nuevo género que tenía difícil encaje en los géneros literarios al uso. Aún hoy- cuando la ensayística ha alcanzado, en cantidad y calidad, brillantísimas cotas- los perfiles del ensayo permanecen borrosos. Hemos de referirnos al maestro fundador Montaigne y sus 'Essais' como una de las cumbres de la literatura de todos los tiempos, para definir el género ensayístico como un 'ejercicio' de reflexión literaria, filosófica, jurídica, sociológica, económica o lo que se quiera. Una reflexión que se traslada al lector desde la experiencia del autor que 'navega'- valga la expresión marítima- por el mundo de las ideas, de la propia experiencia y de la propia reflexión sin más reglas que las que decide el propio autor.

'La tentación de la ignorancia' es un ensayo. Yo diría que un ensayo arquetípico, en la línea de Montaigne al que, en bastantes de los pasajes, me lo recuerda Urbina.


C. El libro.

¿Qué quiere decirnos Urbina con su libro? No hay que hacer demasiado caso a los autores cuando, en la Introducción nos fijan los objetivos de las páginas que siguen a continuación.

Urbina nos dice que 'está cansado de trabajos académicos' pero todo el libro está penetrado por un academicismo sin el cual 'La tentación de la ignorancia' no hubiera sido posible. También nos dice que asume la función de la Universidad de 'aprender' y comprender', pero si el lector no ha 'aprendido' y 'comprendido' previamente en el sentido y nivel universitario del término, no aprenderá ni comprenderá el libro de Urbina.

A continuación, el autor nos dice que su objetivo es 'combatir la complacencia y la pereza mental, replanteándose críticamente los conceptos', lo cual es una obviedad porque toda obra medianamente inteligente- y esta lo es en grado sumo- siempre aspira a tan loables objetivos.

No, lo que pretende Urbina es un 'ajuste de cuentas' con los lugares comunes, estereotipos, verdades establecidas y demás conceptos políticamente correctos que invaden, no sólo nuestra cotidianeidad, sino ámbitos de la política, de la Justicia, del Derecho, de la Moral, de los Derechos Humanos o del nacionalismo, que se suponen impregnados de inteligencia crítica y cartesiana duda metódica.

El 'ajuste de cuentas' de Urbina alcanza, en algunos momentos, unas cotas de brillantez restellante. Su pluma es un estilete que disecciona conceptos sagrados, verdades absolutas y verdades establecidas con una metodología que yo calificaría de 'socrática', si hemos de hacer caso al Sócrates que nos transmite Platón en sus Diálogos, que nunca sabremos si es Sócrates de verdad o Platón 'creando' a Sócrates, de la misma forma que nunca tendremos claro si la famosa Oración Fúnebre de Pericles es de Pericles o de Tucídides- algunso autores dicen que es de Aspasia- o si el De Gaulle que entrevista Malraux en 'Les chenes qu'on abat', es el De Gaulle el que habla o a través del De Gaulle que recrea.


El hecho es que Urbina pone al servicio de su estilete un imponente nomenclátor de autores y de sus doctrinas para combatirlos a veces, para combatir a otros autores o para practicar un sincretismo o eclecticismo que le sitúa en el fiel de la balanza.

No voy a extenderme en un análisis pormenorizado de cada capítulo ya que es un ensayo individualizado e independiente- aunque hay un evidente hilo conductor a lo largo del libro- como lo son cada uno de los 'Essais' de Montaigne.

Pero sí debo subrayar que la condición de jurista de Urbina transpira por todo el libro y, de alguna manera, se le 'impone' de forma ostentosa.


Básteme, a modo de ejemplo, comentar brevemente dos capítulos. En el capítulo Tercero se refiere a la 'Racionalidad imperfecta' y su consecuencia, la frecuente irracionalidad. El capítulo concluye con un inteligente- y divertido- decálogo que contiene las diez actitudes que favorecen la irracionalidad. Una de las características de la obra de Urbina es su capacidad de pasar de la especulación pura-rayana en la especialización académica- al lenguaje de la calle en un proceso secuencia admirable que es el que la ha permitido suponer- no con el optimismo de la inteligencia, sino con el optimismo de la voluntad- que su libro es una obra 'de divulgación'.

Otro capítulo representativo del 'juridicismo'- perdón por la expresión- es el Sexto, que habla del Derecho y la Moral. Hay ahí una brillante exposición de la eterna disputa entre iusnaturalistas y positivistas. Urbina- como no podía ser de otra manera- es un admirador de Kelsen y de la escuela positivista posterior, pero, también, es un admirador de Antígona- aunque no la cita- cuando, en el memorable diálogo sofocleo con Creonte y que representa, hace 2.500 años, el conflicto entre legalidad y legitimidad, entre ley positiva ley natural, Antígona le espeta a Creonte- la legalidad que 'hay leyes que son anteriores y superiores a las suyas'. No estamos en el mundo jurídico sino en el metajurídico, iusnaturalista.


Urbina escribe un capítulo 'atormentado', consciente de que está circulando por un terreno pantanoso. Admite la 'no insularidad' del Derecho (que no está aislado) pero tampoco se sitúa en el positivismo puro y duro. El juez no es sólo 'la bouche que prononce les paroles de la loi', como decía Montesquieu y yo esperaba que nuestro autor abordaría el 'espinoso uso alternativo del Derecho'. No lo hace y, como le conozco, es por lo que presumo el carácter 'atormentado' de ese ensayo.

En el fondo, da lo mismo. Y es que, en el libro de Urbina, lo importante no son sólo sus conclusiones, sino, sobre todo, el 'camino', el 'método' en el sentido riguroso del término que es, precisamente, el camino. Este 'camino' es un festín para la inteligencia y, en definitiva, el alumbramiento de una obra completamente inusual en estos pagos.

Enhorabuena, Sebastián: has escrito un gran libro.

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